VALORES HUMANOS
VALORES HUMANOS: DISCIPLINA ESPIRITUAL

DIOS ES AMOR

CONGRESO LATINOAMERICANO DE EDUCACION EN VALORES HUMANOS

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DISCIPLINA ESPIRITUAL

"Yo era desdichado en la selva del engaño, y le prendí fuego a las gavillas de leña de la auto-disciplina, pero sólo ardieron en rescoldo. Recé con urgencia y Tú acudiste, prendiéndoles fuego
a algunas de mis flaquezas. Las llamas se extendieron rápidamente a los arbustos del error, e invadieron la tupida maleza de los
espinosos deseos, alcanzando a los altivos árboles de la vanidad.

Toda la inmensa jungla de mi ignorancia fue consumida por los Fuegos de Tu Luz. ¡Gracias Te doy, oh Divino Incendiario! Permite que todos Tus demás hijos aprendan a llamarte cuando 
necesiten auxilio inmediato".(1)

El Señor está en todos los corazones, en las formas sutiles al igual que en las densas. Es por eso que el que ha alcanzado el Conocimiento Supremo, que ha tenido una visión del Alma que preside el reino interior, ya no podrá más ser afectado por las tristezas y nunca será presa de ellas. El Alma está en la hormiga y en el elefante, en el átomo y en la atmósfera. Todas las cosas están saturadas de Brahman.
El buscador del Alma debe apartar su atención del mundo exterior y dirigirla hacia el interior tratando de encontrar el origen de las agitaciones de la mente. A través de este proceso disminuirán las actividades de la mente, esas que los hacen dudar, discutir y dictaminar. A partir de este estado, el regocijo de ser uno con Dios mismo será permanente. A esto se le llama estabilizar el Ser-Conciencia-Bienaventuranza que nace de esta experiencia.
Un ser de tal naturaleza nunca será afectado por el gozo o la pena, aunque éstas sean muy grandes. Permanecerá sumergido en el océano de la Bienaventuranza del Alma, lleno de bendiciones, abstraído del mundo que le rodea y muy por encima y lejos de sus tentáculos. A esta disciplina se la denomina "el ejercicio siempre presente de la recordación de Brahman", base de todo el Universo, orando a Su Forma Plena, hablando de Su Gloria, sintiéndose en Su Compañía y viviendo siempre en Su Presencia.
La mente persigue los objetos exteriores ya sea debido a la atracción de los sentidos o al engaño causado por la imposición o superposición de las cualidades de "permanencia" del mundo exterior. Por esta razón, la mente debe ser "regresada" una y otra vez para que siga el camino de su verdadera meta.
Al principio el trabajo es duro; no obstante, con un adecuado entrenamiento las agitaciones podrán ser aquietadas mediante la repetición del Om. El entrenamiento consiste en el control de los sentidos, de las emociones, de los deseos, fortaleza, fe y serenidad. Es decir, la mente será controlada por los buenos consejos, las atracciones superiores, la abstracción de los objetos sensoriales, la habilidad para sortear los altibajos de la fortuna, la paciencia y la serenidad. Mediante tales disciplinas la recalcitrante mente podrá ser proyectada de manera lenta pero segura hacia la meditación en Dios. Si al principio se le muestra la dulzura del canto devocional, la eficacia de la oración y los efectos calmantes de la meditación, después podrá ser conducida al cultivo de los buenos hábitos, buenas compañías y buenas acciones. Cuando la meditación prosiga, cada vez más dará lugar a una agudeza cada vez mayor. Así, la mente será enjaulada en la cavidad del corazón resultando, finalmente, la experiencia de "nirvikalpa samadhi", la ecuanimidad que es imperturbable.
Este samadhi es en realidad el Conocimiento de Dios mismo, el Conocimiento que concede la Liberación o Moksha. Su disciplina consiste en tres ejercicios:
  • La supresión de los deseos y apetencias.
  • La eliminación de la mente.
  • La comprensión de la realidad.
Que deben ser cultivados uniformemente y con igual ardor porque, de otra manera, el éxito no se asomará, puesto que ninguno de los tres ejercicios es suficiente por sí solo. Los instintos e impulsos (vasanas) son demasiado fuertes como para poder ceder fácilmente; su influencia hace a los sentidos más activos y ambiciosos hasta que llegan a atar a la persona completamente. A fin de que la mente no pueda obtener el dominio sobre el hombre, se necesita desviar su atención hacia la sublimación y subyugación de los sentidos y las tentaciones detrás de las cuales corre. De este modo, se desarrollará la autorrenunciación, el seguimiento inexorable de la razón y el discernimiento, y cuando la mente sea finalmente vencida, el Conocimiento hará su aparición.
El aspirante espiritual tiene que estar siempre alerta porque los sentidos pueden regresar en cualquier momento, especialmente cuando él se mezcla con el mundo y lo mundano. La Verdad básica tiene que ser sostenida constantemente ante los ojos de la mente; las necesidades no deben ser multiplicadas, el tiempo no debe malgastarse, no, ni siquiera un minuto. El ansia de algo placentero hará surgir otro algo más placentero todavía; por eso, corten de raíz el deseo y conviértanse en maestros de ustedes mismos. La renunciación a los deseos los llevará más rápidamente al punto más alto de la Sabiduría.
La persona liberada no se verá afectada por el gozo o las aflicciones, pues, ¿cómo podría algún suceso producir reacciones en quien ha derrotado la mente? Es la mente la que los hace "sentir". Cuando alguien ha tomado una droga que adormece la mente, no es sensible al dolor ni al gozo porque su cuerpo está en ese momento separado de su mente. Asimismo, cuando surge la Sabiduría, ésta aísla la mente y la mantiene lejos de todo contacto.
Por medio de una disciplina especial puede calmarse la turbulencia de la mente, y, como resultado de ello, será posible conocer la Bienaventuranza del Alma, libre ya de ataduras. La mente atrae al hombre hacia fuera y le ofrece sólo gozos materiales y superficiales, pero el hombre sabio sabe que tales goces son fugaces: para él, el Alma es suficiente para colmar todos sus deseos de alegría perfecta y permanente; así que no tiene necesidad del mundo externo.(2)




(1) "La selva del engaño está ardiendo"- Poema de Paramahamsa Yogananda -
(2) La Senda del Conocimiento - Jñana Vahini - Bhagavan Sri Sathya Sai Baba - Pag. 42/44 -

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