"Oh Señor Viviente!" Ayúdame a educar a los niños vagabundos de mis sentidos para que no divaguen apartándose de Tus percepciones. Haz que mi vista se dirija hacia Tu prodigioso mundo interior, para contemplar Tu hermosura en constante cambio. Que pueda yo escuchar la cadencia de Tu secreta lira. Enséñame a sentir Tu presencia en mí, sobre mí y alrededor de mí. Bendíceme para que pueda yo percibir el aroma de Tu aliento de bienaventuranza. Déjame beber para siempre en el río sin Manantial de Tu Ser inagotable".(1) |
Merecen el título de rey sólo si son el indiscutible monarca del reino. Si están huyendo del trono, perseguidos por sus enemigos, ¿cómo pueden ustedes apropiarse de la dignidad de este estado? Así también, sólo cuando hayan vencido a los enemigos internos de la lujuria, codicia, odio y orgullo, y obtenido el dominio indiscutible sobre sí mismos, podrán ascender al trono y reclamar su derecho a ser el amo. Sólo esta independencia puede asegurarnos la paz y la alegría.(2)
Hoy en día se da rienda suelta a los sentidos, el hombre es esclavo de la codicia, la lujuria y el egoísmo. Se lee en los diarios acerca de campañas, conquistas, victorias, triunfos, etc. pero todos con conquistas materiales y triunfos externos. Hagan campaña contra las tentaciones de los sentidos, conquisten a los enemigos internos, triunfen sobre su ego. Esa es la victoria por la cual merecen felicitaciones, no las otras.(3) El deseo es la causa del nacimiento, el tiempo es la causa de la muerte. Es debido al deseo que se nace. El tiempo que fluye incesantemente, no respeta a nadie, corta el hilo de la vida. Para que la vida valga la pena, se debe repetir incesantemente el Nombre de Dios. La vida es una lucha, la batalla se libra hasta la victoria. La victoria es la coronación del Alma, la soberanía del reino de la liberación. Esto se alcanza y gana por medio del proceso establecido en el Vedanta. Si se preparan para la victoria en esta batalla, contra sus enemigos internos y sus sentidos, el Señor les enviará los refuerzos que necesitan, pues estarán yendo hacia El y El dará cien pasos hacia ustedes por cada diez que ustedes den hacia El. No se llamen a sí mismos débiles, ¿cómo pueden ser débiles cuando están provistos de inteligencia y discernimiento?. Con la inteligencia como soporte, empiecen su práctica espiritual sin malgastar tiempo precioso en lamentos. Ese es el más alto deber que tienen consigo mismos.(4) El hombre se esfuerza por proveerse alimento, ropa y abrigo, para beneficio del cuerpo, él debe también proveerse con algunas cosas para mantener la mente sana y feliz. La mente es la que condiciona incluso al cuerpo. La mente es el instrumento, el timón, el compañero más cercano del hombre. Por ella puede arruinarse o salvarse. Regulada, controlada y canalizada de manera apropiada, puede liberarlo, si la deja vagar suelta, puede enredarlo y atarlo muy rápidamente. Intenten averiguar exactamente cuándo tiene el hombre paz imperturbable. Verán que está en paz solamente durante el sueño profundo, pues en ese momento, sus sentidos están inactivos y su mente, inerte y desapegada de los sentidos o de sus objetos. De modo que el hombre puede lograr la paz cuando les impide a los sentidos arrastrar a la mente. Adiestren a la mente para que more en su instrumento interno más que en las atracciones externas. Usen la mente para purificar los sentimientos, impulsos, actitudes, tendencias y niveles de conciencia. No la dejen acumular suciedad del mundo externo.(5) La mente oscila como un péndulo de un objeto placentero a otro. Para detener el péndulo, la mejor manera es dejar de darle cuerda; esto pondrá fin a sus movimientos. Así también, dejen de alentar a la mente siguiendo sus caprichos y fantasías. Si golpeamos a otro o le causamos daño, lo justificamos como correcto y apropiado; cuando él nos golpea o hace daño, nos rebelamos y lo consideramos erróneo y castigable. Cada cosa es juzgada por nosotros con el criterio del ego. La mente es una espada de doble filo: puede salvar pero también puede matar. El yoga es el control de los vaivenes naturales de la mente. Aprendiendo y practicando las disciplinas de autocontrol, control de los sentidos (niyama), posturas, regulación del aliento, retiro de los sentidos de los objetos externos, concentración, meditación (dhyana) y la ecuanimidad perfecta de la meditación profunda (samadhi), el buscador puede dominar y eliminar a la mente. Una vez que la mente es eliminada, la realidad se hará patente. Es como el descubrimiento del "décimo hombre perdido". Diez amigos iban vadeado el río en crecida y cuando alcanzaron la ribera opuesta, cada uno hizo un recuento y encontró sólo a nueve ¡porque no se contaba a sí mismo!. Así, concluyeron que "el décimo hombre" se había ahogado y empezaron a lamentar su pérdida. Luego, un labrador se acercó y los contó, encontrando que todos estaban allí, el décimo hombre también estaba allí, sólo la ignorancia lo había hecho pasar inadvertido. Esta es la consecuencia del engaño. Puesto que no conocen la verdadera naturaleza del Ser o Alma, no reconocen al Ser en absoluto; cuando este conocimiento es comunicado por el gurú o las escrituras, esa ignorancia desaparece. Los sentidos son las fuerzas motrices básicas de la mente y el engaño que sufre. Los cinco elementos tienen cada uno una característica que afecta y atrae a cada uno de los cinco sentidos: el sonido (eter), que fascina a la mente a través del oído; la textura (aire) que atrae a la mente a su favor por medio del ojo; el sabor (agua) que esclaviza a la mente por medio de la lengua, y el olor (tierra) que atrae a la mente a través de la nariz. El contacto con el mundo externo es mantenido por los sentidos para bien de estas experiencias que producen alegría o aflicción. A fin de evitar ser azotados por las olas de la alegría y del dolor, deben cultivar el desapego o despreocupación, la actitud de darle la bienvenida a las dos como una señal de Gracia. Aprendan la disciplina que puede hacer que la mente se establezca en Dios y nunca se mueva de ahí.(6) No rieguen y alimenten el árbol de los deseos. La intolerancia es el producto de la ira, el odio y la envidia. Hagan todo lo posible por suprimir desde el primer brote de ira. No llega sin previo aviso, el cuerpo se calienta, los labios se van crispando, los ojos se enrojecen, de modo que cuando sientan la primera indicación, beban un vaso de agua fresca, sórbanlo lentamente, cierren la puerta y acuéstense en la cama hasta que el ataque pase y puedan reírse de su propia locura. Esto puede parecer difícil, pero deben practicarlo, pues si ceden a la ira las consecuencias serán tan desastrosas que tendrán que arrepentirse de ello durante mucho tiempo. No se precipiten a sacar conclusiones, abandonando su discernimiento. No nieguen la validez de su propia experiencia. Apóyense en su propia fuerza, inconmovibles ante la adulación o la denigración.(7) Si cada uno sigue sus propios instintos habrá caos. Si cada uno decide perseguir su propio deseo (o aún su propia razón, puesto que, después de todo, la razón puede ser usada para justificar las propias predilecciones y prejuicios, el hombre descenderá al nivel de los monos o a algo peor. Así, el hombre debe dejarse guiar por la sabiduría del pasado, por los límites indicados por quienes deseaban su bien: los Shastras o los Códigos morales establecidos para guiar su exploración de la conciencia en él. Como la semilla que puede brotar y crecer sólo dentro de la tierra, todas las diversas emociones, los sentimientos y los impulsos brotan sólo de la mente del hombre. Si su mente es firme, nada podrá llevarlos a ustedes a la indecisión o la indiferencia.(8) Este mundo los mantiene en la esclavitud, es una prisión de la cual deben liberarse, no deben planear volver a él una y otra vez. Los medios para esta liberación permanente son: la práctica espiritual, las buenas acciones, la devoción y la adoración. Todas éstas los ayudan a disminuir sus necesidades limitando sus deseos y enseñándoles a desapegarse de los placeres sensoriales, ésos son los grilletes que los atan al cuerpo y a los sentidos, a las limitantes emociones de la codicia y del odio, a las cegadoras pasiones de la ira y de la lujuria; si escapan de ellos, tendrán paz duradera.(9) |
(1) Oración de Paramahamsa Yogananda: "El quíntuple cirio de mis sentidos"
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