"Que los Pueblos de los cinco Nacimientos acepten mi sacrificio, aquellos nacidos de la Luz y dignos de adoración; que la Tierra nos proteja del mal terreno y la Región Media de la calamidad proveniente de los dioses. Seguid el hilo brillante urdido a través del medio-mundo, proteged los luminosos senderos construidos por el pensamiento; entretejed una obra inviolada, convertíos en el ser humano, cread la raza divina ... Vosotros sois videntes de la verdad, aguzad las lanzas brillantes con las que cortáis el paso a lo que es Inmortal; conocedores de los planos secretos, formad los escalones mediante los cuales los dioses alcanzaron la inmortalidad".(1) |
En el contexto de la Divinidad, el hombre se muestra continuamente agitado. Hace varios intentos diferentes por reconocer al Alma y trata de encontrar ideas más nobles y más elevadas. A veces, olvidándose de este sagrado aspecto del Alma, ocupa mucho tiempo en perseguir asuntos relacionados con objetos externos. Lo primero requiere de la visión interna y lo segundo de la externa.
Lo sagrado del Bhagavata consiste en que armoniza la visión interna con la visión externa de uno, haciéndole ver la unidad de estos dos aspectos.(2) La Sabiduría Divina (Brahma Vidya) es algo que llevará al hombre hasta su destino último. Aquello que les dará felicidad tanto en este mundo como en el mundo espiritual, en vuestra vida actual y en la del más allá, es la Sabiduría Divina. Aquello que llamamos Sabiduría Divina es superior a todos los demás tipos de educación. Todos los demás tipos de educación son como ríos, en tanto que la Sabiduría Divina es como el océano. Todos los ríos fluyen y se funden con el océano y así también todos los tipos de educación nos conducen hacia la Sabiduría Divina. Las prácticas ascéticas no significan huir del hogar y la familia e irse a la selva a vivir alimentándose de hojas. Esto no puede ser su verdadero significado. Tampoco significa que se paren de cabeza como los murciélagos. Un aspecto de real austeridad es que puedan armonizar sus pensamientos, palabras y actos. Deberían ser capaces de unificar vuestro trabajo, vuestra mente y vuestro lenguaje, y el ascetismo les da la habilidad como para hacerlo. El conocimiento que hemos identificado con el conocimiento Divino y las prácticas ascéticas lo capacitan a uno para experimentar a Dios. Si queremos lavar un paño blanco que se haya ensuciado, necesitamos tanto del agua como del jabón. De manera similar, si queremos eliminar la suciedad que se haya juntado en nuestra mente, necesitaremos tanto de la Sabiduría Divina como de las prácticas austeras. Pensamos generalmente que una persona común no puede alcanzar la Sabiduría Divina. Pero la Sabiduría Divina les da la capacidad para controlar la mente y las acciones y para volverlos hacia Dios. No representa un gran sacrificio deshacerse de las posiciones personales de uno. Es en verdad grandioso ser capaz de renunciar al propio "si mismo".(3) El hombre podría ser comparado con una máquina cuyos diferentes componentes fueran la inteligencia, la mente, los sentidos y el cuerpo. Así como las diferentes partes del cuerpo trabajan en perfecta coordinación entre sí para mantener en orden al mecanismo físico del cuerpo, también las diferentes facultades en el hombre habrán de trabajar entre sí en armonía, para asegurar que el resplandor del Alma se refleje en su funcionamiento y para que la vida del hombre esté llena de Luz y de Alegría Divinas. En las grandes factorías, los trabajadores de todos los niveles cumplen correctamente con sus deberes obedeciendo correctamente las instrucciones de sus superiores. Este proceso lleva al funcionamiento eficiente de la organización. Se le dijo a Arjuna: "Los sentidos controlan al cuerpo y la mente controla a los sentidos. A su vez, la mente es controlada por la inteligencia. Siendo que está más cerca del Alma, el buddhi (inteligencia) es lo que mejor refleja los atributos del Alma. La influencia del Alma cae directamente sobre la inteligencia y, por ende, ésta funciona como la facultad directriz en el hombre". La mente genera pensamientos que son controlados por la inteligencia y a los que ésta les permite permanecer. En cada ser humano, solamente la inteligencia tiene el poder de tomar decisiones y de discriminar entre el bien y el mal. A menudo los individuos se alteran y se inquietan debido a los deseos que surgen en sus mentes. No obstante, si siguen los dictados de su inteligencia, sus mentes son llevadas a la sumisión y sus acciones desembocan en la felicidad. Veamos una pequeña ilustración: En esta reunión puede haber una persona que piense: "el discurso de Swami bien puede seguir por otra media hora. Si espero hasta que termine su discurso para tomar el ómnibus, puedo perder la segunda proyección de la película, de modo que es mejor que me levante ahora y me vaya". Esta es la incitación de la mente. Mas, entonces, entra en escena la inteligencia y aconseja: "No, no te vayas. Es posible que no tengas otra oportunidad para escuchar un discurso de Swami que trate profundas verdades respecto del Alma y la vida espiritual. Se trata de una rara bendición y no debe ser desperdiciada. Quédate y escucha a Swami". Y entonces, la mente acata la decisión de la inteligencia. Y así ha de ser si ha de cumplirse con el propósito de la vida. La inteligencia es influenciada directamente por el Alma. Por ello, si la mente sigue a la inteligencia será capaz de guiar a los sentidos por el camino correcto. Por eso, Krishna le aconsejó a Arjuna no seguir a la mente, la cual, abandonada a sí misma, se inclina a sucumbir a la atracción de los placeres sensoriales, y, en cambio, subyugar a la inteligencia. Para andar en un carro, el auriga es quien desempeña el papel más importante. Ni los caballos que tiran de él y ni siquiera el dueño que va sentado dentro, son competentes como para asegurar un trayecto sin peligros: el auriga es el único que puede hacerlo. Si no es experto, los caballos se desbocarán y arrastrarán al carro en cualquier dirección. Por lo tanto, el auriga deberá ser lo suficientemente competente y experimentado como para llevar a cabo correctamente su labor. La visión interna llega a desarrollarse únicamente cuando la mente sigue a la inteligencia o buddhi. La visión interna es la que lleva a la experiencia de la dicha del Alma. La visión externa, en cambio, no hace sino convertir al hombre en víctima de indecibles sufrimientos. Es natural que la mente nos vaya impulsando y provocando, pero debemos detenernos para no traducir estos impulsos en acción de manera apresurada. Hemos de discernir mediante nuestra inteligencia e implementar sus dictados. Se ha descripto a la inteligencia como la personificación de Dios. En la vida diaria, cuando alguien comete un error, le tildamos de poco inteligente. Cuando nos encontramos con un hombre bueno, comentamos: "ese sí que tiene inteligencia!". El buddhi o inteligencia desarrolla la naturaleza divina que hay en nosotros. Debido a ello, es que se hace necesario que el hombre siga a la inteligencia que le ofrece el supremo deleite y que continúa manifestando atributos divinos de nacimiento en nacimiento. La mente es destructible, en tanto que la inteligencia no puede ser destruida. La inteligencia guía al hombre y le conduce hasta el Alma. Habremos de seguir a la inteligencia que busca la dicha eterna del Alma y no a la mente que ansía los placeres de los sentidos.(4) El verdadero indicador de que uno es un ser humano, es la perfecta armonía y sincronización de nuestros pensamientos, palabras y actos. Si se manifestara una divergencia de expresión entre lo que uno piensa, lo que uno afirma y, finalmente, lo que uno hace, ¿de qué serviría?.(5) |
(1) Rig Veda - 53, 5, 6, 10 -
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